Secuelas sicosociales que genera la violencia en la victima
- William Gutierrez Pico
- 28 jul 2016
- 2 Min. de lectura
De repente abrí los ojos y solo vi ropa tirada, los muebles estaban desordenados y mi boca parecía una duna, era imperativo un vaso de agua, no lograba enfocar la mirada, sabía que algo había pasado, pero quería descifrar que era, sin más pensarlo me fui arrastrado desde el cuarto hasta la cocina intentando saciar las ganas de hidratarme, creo que tomé 3 o 4 vasos de agua, mientras intentaba recordar que era lo que había pasado, mi mente estaba en blanco y busque el celular buscando respuestas, pero este no estaba, busque mi cama intentando preguntarme qué había pasado la noche anterior, y como si estuviera leyendo una historia entre líneas recordaba que estaba en un lugar llamado café y libro en el concurrido parque de la 93, sé que había tomado un taxi en la calle, pero no recordaba mas, me esforzaba por saber que había pasado en ese lapso de tiempo, pero no lo lograba, definitivamente mi mente estaba en blanco.
Con gran esfuerzo decidí salir a la calle y buscar un minuto a celular, los cuales podía pagar con los únicos trescientos pesos que tenía en el bolsillo del pantalón… recuerdo que llamé a mi mamá y con un tono calmado le dije: “algo me pasó, no me preguntes qué, no recuerdo, por favor llega al apartamento”. Su voz se invadió de angustia, pero tuve que colgar, ya que no contaba con dinero para pagar más que un solo minuto a celular, con gran esfuerzo volví a mi casa y sabiendo que la poca fuerza que había acumulado ya la había gastado, decidí esperar a mi heroína (mi mamá). No pasó mucho tiempo después, cuando escuche la puerta, su tono de voz me angustiaba y sus preguntas eran “¿qué pasó? ¿Estás bien? Te ves muy mal, en fin, no creo poder describir lo que sentía, ya que las ganas de convulsionar y la taquicardia no me daban oportunidad de centrar mis pensamientos.
Tomamos un taxi y en breve llegamos a la clínica Palermo, donde según estudios clínicos determinaron que había sido una víctima más de las benzodiacepinas o fenotiazinas, comúnmente llamadas “burundanga” o escopolamina. Si, había sido una víctima más de la delincuencia callejera que quería hurtar mis pertenencias, dejando secuelas físicas y sicosociales que algunas no he podido superar.
La liberación excesiva de endorfinas descompensa el cuerpo ocasionando depresión es severa, las manifestaciones de trastorno conductual como miedos, paranoia y ansiedad aún persisten.
Después de todo me doy cuenta que no es fácil y toca avanzar a paso lento por una recuperación psicológica y emocional estable en la cual la violencia es el factor que desencadena este tipo de comportamientos cuyo tratamiento no es una prioridad en nuestro país.

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