Las consecuencias de la violencia intrafamiliar
- Alejandra Rodríguez
- 14 ago 2016
- 3 Min. de lectura

Martes 09 de agosto, la cafetería se encuentra ubicada en una esquina escondida cerca a la avenida circunvalar en la ciudad de Bogotá, un lugar oscuro con paredes pintadas de color blanco que por falta de mantenimiento se perciben amarillentas, el aspecto del sitio da la sensación de desolación y abandono. Sentada desde las 6:30 de la noche, bebo un café mientras espero pacientemente la llegada de la señora Miriam y reflexiono en el hecho de si la señora Miriam escogió esta cafetería porque de alguna forma se siente identificada con el lugar.
Miriam es la madre de Daniel, quien en días pasados fue entrevistado para conocer el motivo que lo condujo a robar. En esta ocasión ella nos permite que conozcamos algo de su historia.
Son las 7:15pm cuando Miriam llega al café algo apurada y agitada, parecía asustada, ella decidió que nuestro encuentro se llevara a cabo lejos de su casa, —No quiero que el viejo escuche nuestra conversación, —dijo. Viejo es el calificativo que frecuentemente utiliza para referirse a su esposo.
—No me puedo demorar mucho, dice un poco afanada
—jum! mija el viejo se emberraca si llega y no me encuentra.
Se sienta frente a mí y pide una gaseosa, sutilmente corro el pocillo hacia un lado y saco de mi bolso la libreta de notas.
—Eso pasó hace muchos años, cuando él era todavía un pelado y yo me vine a enterar cuando lo cogieron—, bebe su gaseosa y continúa,—uno convencido que están en la escuela pero no, el chino verraco no iba a estudiar, se quedaba por la calle—. De repente cambia el tema y empieza a hablarme de su trabajo y lo difícil que es tener un buen salario y aún más que valoren lo que hace. Miriam labora por días aseando una casa en el occidente de Bogotá y da gracias a Dios porque nunca le ha faltado el trabajo. —Mija, pero me ha tocado duro.— Termina su gaseosa y afanada revisa la hora en el reloj que tiene en su muñeca izquierda y apresurada se levanta y dice —me tengo que ir.
* * *

sábado 13 de agosto. El segundo encuentro con la señora Miriam se llevó a cabo cerca de su lugar de trabajo. Con un semblante más tranquilo y sereno camina junto a mí entre conjuntos residenciales. Se sienta en una silla de pavimento y me cuenta más acerca de su vida.
La noche en que Daniel no llegó a la casa, se prendieron las alarmas en la señora Miriam, era la primera vez que no llegaba y eso la asustó mucho, enseguida ella dejó su casa ubicada en las montañas chapinero alto y corrió hacia la avenida séptima.
—yo me baje ese día corriendo porque me dijeron que a Daniel lo había cogido la policía. En ese entonces no teníamos bus y me fui para la estación de la calle 40.
Miriam, no sabía que su hijo se dedicaba a robar y fue entonces cuando el policía le comento que lo había cogido por hurtar la antena de un carro.
—se me hace raro porque él no tiene nada, adonde esta lo que él se robó, —dijo al policía
—Señora, a él lo cogemos por hurto

Me mira y luego de unos segundos agacha su cabeza un tanto avergonzada —yo no sabía, yo no sabía que él se dedicaba a ese asunto, afirma mientras entrelaza sus dedos y los ubica en sus piernas. Cuando el salió yo le metí su insultada y él lo negó todo, me dijo que él estaba con sus amigos pero que no había cogido nada.
Buscando nuevamente un contacto visual, pongo mi mano sobre las suyas y le pregunto ¿Cuál cree que fue el principal motivo que llevo a su hijo a cometer robo? Esquivando la mirada, con voz suave responde —yo estaba confiada que se iba para la escuela y con el trato del papá me imagino que eso fue lo que lo volvió así, él toda la vida lo negó de que era su hijo, desde que él nació no lo quería, no sé porque, pero no lo quería y la cogió contra él, le pegaba mucho. Gira su cabeza y con tristeza dirige su mirada hacia un parque que se encuentra al frente para evitar mirarme.
—No puedo hablar más, perdone pero tengo que devolverme para el trabajo. Miriam se pone en pie y emprende la marcha dejando atrás esa fría silla de pavimento.
Comments