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El dolor que enmarca la razón

  • Alejandra Rodríguez
  • 31 jul 2016
  • 3 Min. de lectura

“Por eso fue que me volví bien porquería, esas cosas se llevan en la mente”

Daniel, es un hombre de 38 años de edad, nació en la ciudad de Bogotá y siempre ha vivido en el Bosque calderón, un barrio popular ubicado en el oriente de la ciudad. Actualmente trabaja "de ruso" un término usado por él mismo para referirse a la labor que desempeña como obrero de construcción.

Sentado en el sofá, deja a un lado la coraza de la rueda de su bicicleta y con un tono fuerte y algo burlesco comenta: “dígame, para que soy bueno” Con esta frase rompe el hielo de manera fulminante. El encuentro se produjo en su casa, un hogar pintoresco, con paredes verdes y naranjas que de alguna forma dan vida a ese lugar, en la esquina la imagen de una virgen colgada a la altura del techo.



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-¿Qué tal si iniciemos conociendo algo de su vida?. ¿Cómo fue su niñez?

Se acomoda en la silla simulando entrar en sus recuerdos, - Cuando era niño recuerdo que en mi casa no había plata, en recreo yo salía a jugar y no tenía para comer nada, estaba enfermo de asma y aquel siempre me pegaba borracho y en sano juicio. Cuando se refiere a aquel, ¿a quién está haciendo referencia? -Al viejo ese de mi papá, si es que se le pude llamar así.


Daniel, era el único hombre de los cuatro hijos de ese hogar y junto con sus hermanas tenía que presenciar las escenas de violencia que su padre propinaba contra su madre. “Por eso fue que me volví bien porquería, esas cosas se llevan en la mente, un día casi me lo tiro, sino fuera por mi mamá lo acabo” Desde niño, recuerda él, que su papá lo golpeaba porque padecía de asma “me pegaba con cables y a mí me tocaba esconderme debajo de la cama. Mi tío que me trataba mejor que mi papá, me llevo a tierra caliente porque según él, allá me iba a mejorar, después de un año larguito volví y ahí sí, el viejo ese me vio volantón y empezó –venga mijo- pero ya para que, ya me tenía jodido” refiere con voz airada y manoteando su pierna derecha.


A la edad de 16 años, cansado de la situación económica y las constantes humillaciones de su padre, Daniel comenzó a robar.


-¿Cómo inició en ese mundo?

- Fue en el colegio, con unos compañeros nos entrabamos a los salones y sacábamos los libro para ir a venderlos en la tarde, con esa plata jugábamos billar y maquinitas, me pareció algo fácil.


Al ver que era sencillo obtener dinero para luego ir a divertirse, Daniel dejo de estudiar y empezó a robar en el barrio chapinero, cerca de la iglesia de Lourdes, “Lo que hacía era quitarle las bicicletas a los chinitos y robar chaquetas para luego venderlas”.


¿Alguien lo incitó o lo hacía para alguien?

Con voz determinante responde - No, yo me movía solo, éramos un grupo pero yo no andaba pendiente de nadie porque me cogían.


Daniel robo por un periodo de dos años, desde libros, chaquetas, pasando por billeteras y bicicletas, pero luego quiso lanzarse a algo más grande “el día que me cogieron fue cuando me iba a trastear una 4x4” -¿Llego a robar carros? – No, ese fue mi primer y único intento, dice ligeramente sorprendido.


¿Cuál fue la razón que lo llevo a dejar esa vida?

Dirige sus manos a la cabeza, acomoda su gorra y levantando sus cejas responde, - ¡Uy! cuando un policía quemo a uno de los pelaos por robarse una bicicleta, – asegura mientras lleva su mano simulando un disparo en la cabeza. Nosotros con unas navajas que podíamos hacer, correr era lo único, ese día se me fueron bajando los humos, y ya luego me convencí cuando caí en la modelo, por esa camioneta. Ese día mi papá fue hasta allá y me dijo: ¡jum! ahí se tendrá que quedar.


Daniel ahora tiene dos hijos y recapacita en el hecho de que prefiere “joderse” para obtener sus cosas honradamente y estar tranquilo, a vivir con la incertidumbre que conlleva esa vida “Por ahí que vaya uno en la calle o algo y que lo vean y ¡pum! lo mataron, y por una bicicleta” refiere con voz pausada, agachando su cabeza y cruzando sus dedos termina diciendo, “eso no es vida y tampoco quiero eso para mis hijos”


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